Hacienda Mérida

Me desperté varias veces de madrugada bajo la mosquitera, recibía un aire fresco, parecía increíble pero comenzaba a darme frío. Obligue a mis ojos a seguir cerrados porque todavía era demasiado temprano. Continúe en la cama insinuando que estaba durmiendo. Al rato me levante, toque la ropa que estaba tendida dentro de la habitación pero todavía le faltaba por secarse. Me tumbe en la enorme hamaca que  estaba delante de la puerta para leer un poco antes del desayuno. En esa hora con la primera luz con un libro en las manos es una buena sensación para seguir surfeando el día. Aunque me despertara temprano el día iba a ser tranquilo y relajado. Tome un café, fruta y dos pancake con miel, tenia que ser rápido porque las abejas venían en seguidas. Fui a caballito de mar para hacer un tour en kayac. Le di a la pala por un par de horas, tomando el sol por toda mi piel, con vistas al volcán Concepción. La ruta no estuvo mal pero el río que íbamos a visitar no tenía agua, la gente no paraba de decir que apenas había llovido este año, e incluso que el plátano apenas sacaría su flor para entregarnos ese platanito tan rico de Ometepe. El paseo fue una decepción, era lo que tocaba, no siempre los paseos son tan maravillosos, pero ya vendrán las inundaciones y entonces nos lamentaremos por las desgracias ajenas.
Mi guía era un estudiante de turismo en su tercer año de carrera. Fue muy amable explicando cada planta, cada palo como llaman aqui a los arboles, con su historia y para que se utilizan.
Rente una bici para hacer un recorrido por la isla, aunque el sol apretaba sobre mi cabeza y las piedras del camino se ponían pesadas, seguí adelante recorriendo cada camino, senderos por donde caminaban vacas, cerdos, pollitos con su mama, algún perro sin collar sin dueño. Visite algunos petroglifos con dibujos, formas femeninas, animales y diferentes trazos geométricos como líneas de cuerdas grabadas para la eternidad sobre la anciana y volcánica piedra.
De regreso a la Hacienda pude compartir una velada preciosa tomando unas cervezas con Valerie y Justine, hablamos en francés todo el rato, de nuestras vidas y nuestros sueños.

jueves, 7 de agosto de 2014

Hacienda Mérida

Me desperté varias veces de madrugada bajo la mosquitera, recibía un aire fresco, parecía increíble pero comenzaba a darme frío. Obligue a mis ojos a seguir cerrados porque todavía era demasiado temprano. Continúe en la cama insinuando que estaba durmiendo. Al rato me levante, toque la ropa que estaba tendida dentro de la habitación pero todavía le faltaba por secarse. Me tumbe en la enorme hamaca que  estaba delante de la puerta para leer un poco antes del desayuno. En esa hora con la primera luz con un libro en las manos es una buena sensación para seguir surfeando el día. Aunque me despertara temprano el día iba a ser tranquilo y relajado. Tome un café, fruta y dos pancake con miel, tenia que ser rápido porque las abejas venían en seguidas. Fui a caballito de mar para hacer un tour en kayac. Le di a la pala por un par de horas, tomando el sol por toda mi piel, con vistas al volcán Concepción. La ruta no estuvo mal pero el río que íbamos a visitar no tenía agua, la gente no paraba de decir que apenas había llovido este año, e incluso que el plátano apenas sacaría su flor para entregarnos ese platanito tan rico de Ometepe. El paseo fue una decepción, era lo que tocaba, no siempre los paseos son tan maravillosos, pero ya vendrán las inundaciones y entonces nos lamentaremos por las desgracias ajenas.
Mi guía era un estudiante de turismo en su tercer año de carrera. Fue muy amable explicando cada planta, cada palo como llaman aqui a los arboles, con su historia y para que se utilizan.
Rente una bici para hacer un recorrido por la isla, aunque el sol apretaba sobre mi cabeza y las piedras del camino se ponían pesadas, seguí adelante recorriendo cada camino, senderos por donde caminaban vacas, cerdos, pollitos con su mama, algún perro sin collar sin dueño. Visite algunos petroglifos con dibujos, formas femeninas, animales y diferentes trazos geométricos como líneas de cuerdas grabadas para la eternidad sobre la anciana y volcánica piedra.
De regreso a la Hacienda pude compartir una velada preciosa tomando unas cervezas con Valerie y Justine, hablamos en francés todo el rato, de nuestras vidas y nuestros sueños.