Antes de mi marcha de la Hacienda de Mérida donde me alojaba, pude compartir mon petit dejeuné con Valerie y Justine. Después de esperar una hora, llego mi desayuno, no si antes avisar a la recepción que llevaba tiempo esperando y tenia que irme pronto. Apenas pude hacer las mochilas porque el carro salia en diez minutos para dejarme en el cruce del Quino. El conductor y dueño del hotel era todo un personaje con su uniforme de explorador de la época colonial. La gente de aquí me decía que pertenecía a Somoza, familia que tuvo mucho poder, grandes fortunas, derrotada en la revolución sandinista. Me parecía un tipo ridículo, daba grandes zancadas como un militar, tenia su negocio muy organizado, con mucha propaganda desde USA, con una fuerte e importante publicidad en los mapas de la isla de Ometepe que te repartian en el muelle de San Jorge dos jóvenes formados en inglés en Estados Unidos. Montamos las mochilas en la parte alta del súper jeep, en una especie de estructura metálica donde luego iríamos dentro de pie como monos araña enjaulados. Me dejaron en la parada, un chico se ofreció a ayudarme.
Con el sol en todo el corazón del día, me puse a caminar, en cuarenta y cinco minutos llegaba al pueblo de Altagracia. Entre en el Hotel Central, reconocía su fachada porque era uno de los candidatos cuando estaba preparando el viaje, así muchos son los hoteles que antes de conocerlos en directo ya los había visto en booking, es curioso pero al mirarlo resultaba familiar. Le dije al señor si podía guardarme la mochila grande por unas cuantas horas que me cobrara por el servicio pero el me dijo que nada, así que para agradecérselo me tome un refresco. Visite el museo donde mostraban algunos petroglifos, maquetas, dibujos y cuadros de la isla con sus dos volcanes, el Maderas y el Concepción.
Me senté en el parque central alrededor de una mesa de piedra y adornos con azulejos azules con los asientos formando tramos de arcos rodeando el círculo. Había dos abuelitas hablando de religión, con la mirada complice de una de ellas fui entrando en la conversación, comencé a dar mi opinión respecto a la fe. La mujer que mas hablaba no paraba de mencionar a Jesús cuarenta veces por minuto. Contaba que un día un hombre estaba haciendo un pozo y que nunca sacaba agua hasta que menciono su nombre, al día siguiente había agua en el pozo después de mencionar a Jesús. También me decía que las hojas que se movían sobre nuestras cabezas también las movía Jesús. Su nombre esta escrito en todos los lados, dentro y fuera de los carros, en carteles grandes en las entradas de algunos pueblos, en muros, incluso hay una emisora que se llama la voz de Jesucristo. Al poco llego una chica joven muy guapa vendiendo enchiladas, le compre una que estaba muy rica, con carne, arroz y vegetales. Ella se incorporó al grupo estuvo un rato hablando aunque parecía muy tímida, sabia que haría yo mas tarde, alomejor traería comida para que almorzara pero no me comprometia. Cansado de estar en el parque me marche a por la mochila donde conectado a la WiFi me puse al corriente de las novedades en mis redes, quedaba mucho tiempo para la noche y que el barco llegara.
Me fui andando al muelle de Gracia pero en el camino me perdí, creo que no comprobé bien el camino correcto y me lanzaba a la aventura. Pasaba un carro, le propuse que me llevara, me dijo que tendría que esperar porque acababa de pinchar la rueda y tenia que dejarla en el mecánico. En el camino se paro con un amigo para hacer un negocio a medias, consistía en comprar animales y descuartizarlos para vender carne una vez por semana de madrugada al comienzo del pueblo. Cuando llegábamos al muelle mi sorpresa fue que la chica que vendía las empanadillas estaba allí esperandome, yo tan ingenuo en un principio pensando en serio que me había traído la comida pero la cosa iba mas allá. Entre en una sala de espera de pasajeros donde había una pareja de Malta, muy agradables, él era profesor en la universidad, me entregó su tarjeta, también había vivido en Almería en Roquetas de Mar. La joven vendedora entro a la sala, enseguidas me pregunto si estaba casado y si tenía hijos, me hizo de su vida un drama, la pareja en seguidas sabia de sus intenciones. Cada vez se acercaba a mi, me sentia incómodo, se aproximaba físicamente y con su batallón de preguntas sin respuesta. Me decía una y otra vez que iba a traerme la comida pero nunca la trajo, mentiras y mas mentiras, incluso me decía si quería dar una vuelta creyendo la lista que iba a dejar mi equipaje a su lado. Le dije que me estaba molestando que por favor se fuera que hasta ahora tenia un buen sabor de su país y no quería que ella estropeara este viaje que estaba siendo lindo para mi. Se marcho, me quede tranquilo, pienso que quería robarme, ella también sera una víctima de su entorno, de su ritmo de vida, pero quería alejar de mi la mentira, al ladrón y la mala energía.
Una vez en el muelle, me tumbe en el suelo para contemplar la luna, se veía perfectamente el volcán Concepción, una estampa maravillosa y romántica. Llegó el ferry, a las diez de la noche comenzamos a navegar por el lago Nicaragua, desde mi perezosa pude contemplar las estrellas, una fugaz, abrigado frente a un aparente mar me fui entregando al sueño y llegar a San Carlos en paz.