Las isletas del Lago Cocibolca. Granada. Nicaragua.

Esta mañana no sabia a donde viajaria, tenia escrito un lugar pero no sabia si podria hacerlo. Estuve en una primera agencia TIERRATOURS pero no me ofrecían la ruta deseada, así que me fui a la competencia LEOTOURSCOMUNITARIOS. Allí había una salida en menos de una hora hacia las isletas, este seria mi destino. No lo pensé demasiado y el plan me gustaba, espere a que llegaran dos personas más, eran Valery y Justin, una pareja de Quebec. Comenzamos la ruta en bici con nuestro guía nica Gino, era muy agradable aunque se notaba el desgaste de hacer, hablar y repetir las mismas excursiones todas las semanas, pero fue muy simpático, nos alargo la estancia e hizo que nos sintieramos cómodos en todo momento. ``Lo que te da la tierra echalo a la tierra`` una frase que me gustó.  Llegamos a un embarcadero donde nos esperaba un bote para pasear por el lago en la parte mas calmada donde se encontraban las islas, aunque sea un lago hay olas impresionantes en el resto. Navegamos a veces parando el motor, sintiendo la naturaleza, la calma, las formas de las aves reflejadas entre infinidad de nenufares y otras plantas acuáticas. Observamos cada pájaro, cada flor o monos en sus ramas descansando. Llegamos a nuestra primera isla donde nos ofrecieron un plato rico en variedad de fruta, sobre todo, el rico platanito dulce típico del país. Tomamos también agua de coco con un chorrito de ron de caña, algo ligera fue mi copa para no caer en los brazos del sueño anticipado. Hablaba en francés con mis compañeros de viaje, en español con el guía y Eduardo un niño que nos ofrecía caramelos, mangos pequeños muy sabrosos y toda la clase de bellezas en flor. Visitamos otra isla donde habia una fortaleza de defensa con sus cañones largos y oscuros aplomados contra el suelo, cansados de combatir contra tanto pirata. Un pequeño y obligado descanso porque no funcionaba el arranque del motor de nuestra lancha. No nos importaba porque estabamos en un paraiso, donde no habia reloj, ni espera, solamente la luz de las miradas, de los que aman y respiran. Volvimos a coger las bicicletas de regreso a la calzada.

sábado, 26 de julio de 2014

Las isletas del Lago Cocibolca. Granada. Nicaragua.

Esta mañana no sabia a donde viajaria, tenia escrito un lugar pero no sabia si podria hacerlo. Estuve en una primera agencia TIERRATOURS pero no me ofrecían la ruta deseada, así que me fui a la competencia LEOTOURSCOMUNITARIOS. Allí había una salida en menos de una hora hacia las isletas, este seria mi destino. No lo pensé demasiado y el plan me gustaba, espere a que llegaran dos personas más, eran Valery y Justin, una pareja de Quebec. Comenzamos la ruta en bici con nuestro guía nica Gino, era muy agradable aunque se notaba el desgaste de hacer, hablar y repetir las mismas excursiones todas las semanas, pero fue muy simpático, nos alargo la estancia e hizo que nos sintieramos cómodos en todo momento. ``Lo que te da la tierra echalo a la tierra`` una frase que me gustó.  Llegamos a un embarcadero donde nos esperaba un bote para pasear por el lago en la parte mas calmada donde se encontraban las islas, aunque sea un lago hay olas impresionantes en el resto. Navegamos a veces parando el motor, sintiendo la naturaleza, la calma, las formas de las aves reflejadas entre infinidad de nenufares y otras plantas acuáticas. Observamos cada pájaro, cada flor o monos en sus ramas descansando. Llegamos a nuestra primera isla donde nos ofrecieron un plato rico en variedad de fruta, sobre todo, el rico platanito dulce típico del país. Tomamos también agua de coco con un chorrito de ron de caña, algo ligera fue mi copa para no caer en los brazos del sueño anticipado. Hablaba en francés con mis compañeros de viaje, en español con el guía y Eduardo un niño que nos ofrecía caramelos, mangos pequeños muy sabrosos y toda la clase de bellezas en flor. Visitamos otra isla donde habia una fortaleza de defensa con sus cañones largos y oscuros aplomados contra el suelo, cansados de combatir contra tanto pirata. Un pequeño y obligado descanso porque no funcionaba el arranque del motor de nuestra lancha. No nos importaba porque estabamos en un paraiso, donde no habia reloj, ni espera, solamente la luz de las miradas, de los que aman y respiran. Volvimos a coger las bicicletas de regreso a la calzada.