San Juan de Nicaragua o GREYTOWN.

Como de costumbre me levante temprano, fui al muelle a esperar la panga rápida para ir a San Juan de Nicaragua, ya en el caribe. Nuevamente toca esperar, mientras espero observo todo lo que hay alrededor.  Hay un abuelo dando  hachazos a unos troncos junto al muelle. Cuando llevaba un buen rato que el sudor corría por toda su espina dorsal, se acerco ligeramente un joven descamisado con un bonito torso aunque ya anunciaba una barriga que pareciera haber comido sin parar en hoteles de luna de miel. Rápidamente deshizo el tronco en mil astillas que volaban cerca de nuestras cabezas, hasta el río. El muchacho se fue para luego sentarse sobre el inacabado muro de cemento frente a su casa. El abuelo continuaba lento pero a su ritmo, sus hachazos contenían sabiduría, daba uno solo golpe pero era acertado, era exacto y profundo. Luego llegó un niño que debía de tener once años, al principio no controlaba el peso de su larga y pesada hacha, no apuntaba bien en la zona de la corteza, dibujaba lineas en el centro que no llegaban a acariciar la madera, iba recorriendo el muelle de un sitio para otro, no podía controlar, al final su tozudez logró que avanzara en ir astillando poco a poco, pero cuando llegó al corazón del tronco, ya estaba empapado, no tenia ni la fuerza ni la resistencia para continuar, se marchó con su poquita leña entre sus brazos como el trofeo de su gran esfuerzo, mientras el abuelito continuaba, terminó con los troncos que tenia preparados para hoy, barrió todo su alrededor sin dejar ni un palillo. Construyó dos pilares con el montón de leña.
Una vez en la panga pude disfrutar del cambio de vegetación con palmeras ya próximo al mar, el bote no iba tan lleno como otras veces, hizo una parada para ir al baño, todavía nos quedaría un par de horas. Antes de llegar a un nuevo lugar, nos lo imaginamos diferente a lo que luego encontramos, me sorprende por un lado porque idealizo los lugares y luego son diferentes a como son, pero la realidad también nos descubre lugares y espacios que nunca habíamos pensado, ni visto. Sobre todo cuando hablas con la gente del lugar, todo es mas cercano, en este caso con Fish, un indio Rama, que me agarró apenas comenzaba a descubrir el pueblo de San Juan de Nicaragua. Fue rápido para seducirme, atraparme, me gustaba su sonrisa eterna y perpetua, me dijo que era guía legal, no dudaba de su palabra. Me acompañó sigilosamente por el pueblo, yo tenia hambre, le dije que me acompañara al Lolito's, un local familiar de comidas. Esperó a que terminara para explicarme los tours y precios. Me dijo que a las 6:30 se pasaría por las cabañas de Edgar, donde me alojaba. Al mismo tiempo que yo entraba al pueblo, a lo lejos con su piel blanca y su rubia cabellera,  había otra turista, era Sara, danesa, que  junto a mi eramos los unicos turistas. Asi que mi guia y yo  tendriamos que contar con ella para que las excursiones nos salieran a un buen precio.
Fish llamó a mi puerta, ya era de noche, detrás de mi sombra cerré rápidamente para que no entrara ningún mosquito en la habitación. Se sentó en el suelo para hablarme de los tour, le dije que el precio era elevado, que todavía me quedaban lugares por visitar. Al final decidí una excursión, me preguntó si había venido Sara para hablar conmigo, le dije que no, mas tarde ella llegaría hasta mi puerta. Le dije que había entregado 60$ por una excursión, que había sido confiado, nunca habia pagado por adelantado, pero era mucha la gente que lo conocia mientras paseabamos por el pueblo, eso me tranquilizaba, que si quería unirse viniera al muelle a las 8 de la mañana, después de pasar un rato agradable con ella, me fui a la cama.

Un hombre de Corn Island.



Por el rio San Juan.

Ya estoy navegando en pleno río San Juan, en la orilla hay mucha gente pescando, aparecen apartados casi en la sombra del río, por su pose creo que se van a pasar todo el día con el hilo entre sus manos, curtidas, amarradas, subidos en su canoa de madera y esperando el primer pez, o ninguno, paciencia, tiempo, disfrutar del momento mientras nos miramos unos a otros, observando como pasamos en ese preciso instante de calma que con la ola producida por la panga rápida donde voy rompe la tranquilidad de los angeles del camino acuático. El agua aparece marrón pero no es así todo el tiempo, ahora las lluvias arrastran todo el barro, no dejan que disfrutemos de sus transparencias. Llegar hasta este rincón de centroamerica es asombroso, toneladas de naturaleza salvaje y tener grandes dosis de calma para esperar un bote y otra barca para llegar a otro destino, sigue la corriente, siguen pasando las horas eternas, llenas de agua, de verde. En estos largos trayectos miro el paisaje, el reflejo, una garza, una tortuga toma el sol encima de un palo, los monos congo se escuchan a lo lejos. Puedo seguir mi lectura, hacer algún dibujo, jugar con una niña pequeña que viaja en los brazos de su mama todo el trayecto.
Llegamos a El Castillo, un pueblito de casas de madera con vivos colores, todo esta limpio, no hay motores solo los de la barca, aquí te mueves a pie o en bicicleta. Busco el Hotel Victoria, me paseo por el pueblo, es agradable, todo el mundo te saluda. Subo al castillo, una fortaleza clave en la época colonial de los ataques de los enemigos extranjeros. Me asalta un chico joven para ofrecerme diferentes tour, no estoy convencido en un principio, al final termino contratando un paseo por el río La Juana. Voy junto a Almudena y Marcos, una pareja de Madrid y Galicia, compartimos la belleza y sobre todo el silencio del paseo que solamente se rompe con la pala al  chocar con el agua mientras avanzamos a un lugar cada vez mas salvaje.
De regreso al Hotel, me detuve en una ceremonia de la iglesia católica donde estaban ordenando a un sacerdote, se casaba con Dios. Estuve mirando unos minutos, escuchando la musica, llegue justo en el momento de darse la paz, debajo de enormes parasoles de colores me fueron dando la paz al mismo tiempo que el sudor corría por la frente y todas las espaldas de los que estábamos allí.
Después de quitarme el barro, mientras me duchaba, también lavaba la ropa, agarrando las costumbres del país. 



En el muelle de Gracia.

Antes de mi marcha de la Hacienda de Mérida donde me alojaba,  pude compartir mon petit dejeuné con Valerie y Justine. Después de esperar una hora, llego mi desayuno, no si antes avisar a la recepción que llevaba tiempo esperando y tenia que irme pronto. Apenas pude hacer las mochilas porque el carro salia en diez minutos para dejarme en el cruce del Quino. El conductor y dueño del hotel era todo un personaje con su uniforme de explorador de la época colonial. La gente de aquí me decía que pertenecía  a Somoza, familia que  tuvo mucho poder, grandes fortunas, derrotada en la revolución sandinista. Me parecía un tipo ridículo, daba grandes zancadas  como un militar, tenia su negocio muy organizado, con mucha propaganda desde USA, con una fuerte e importante publicidad en los mapas de la isla de Ometepe que te repartian en el muelle de San Jorge dos jóvenes formados en inglés en Estados Unidos. Montamos las mochilas en la parte alta del súper jeep, en una especie de estructura metálica donde luego iríamos dentro de pie como monos araña enjaulados. Me dejaron en la parada, un chico se ofreció a ayudarme. 
Con el sol en todo el corazón del día, me puse a caminar, en cuarenta y cinco minutos llegaba al pueblo de Altagracia. Entre en el Hotel Central, reconocía su fachada porque era uno de los candidatos cuando estaba preparando el viaje, así muchos son los hoteles que antes de conocerlos en directo ya los había visto en booking, es curioso pero al mirarlo resultaba familiar. Le dije al señor si podía guardarme la mochila grande por unas cuantas horas que me cobrara por el servicio pero el me dijo que nada, así que para agradecérselo me tome un refresco. Visite el museo donde mostraban algunos petroglifos, maquetas, dibujos y cuadros de la isla con sus dos volcanes, el Maderas y el Concepción.
Me senté en el parque central alrededor de una mesa de piedra y adornos con azulejos azules con los asientos  formando tramos de  arcos rodeando el círculo. Había dos abuelitas hablando de religión, con la mirada complice de una de ellas fui entrando en la conversación, comencé a dar mi opinión respecto a la fe. La mujer que mas hablaba no paraba de mencionar a Jesús cuarenta veces por minuto. Contaba que un día un hombre estaba haciendo un pozo y que nunca sacaba agua hasta que menciono  su nombre, al día siguiente había agua en el pozo después de mencionar a Jesús. También me decía que las hojas que se movían sobre nuestras cabezas también las movía Jesús. Su nombre esta escrito en todos los lados, dentro y fuera de los carros, en carteles grandes en las entradas de algunos pueblos, en muros, incluso hay una emisora que se llama la voz de Jesucristo. Al poco llego una chica joven muy guapa vendiendo enchiladas, le compre una que estaba muy rica, con carne, arroz y vegetales. Ella se incorporó al grupo estuvo un rato hablando aunque parecía muy tímida, sabia que haría yo mas tarde, alomejor traería comida para que almorzara pero no me comprometia. Cansado de estar en el parque me marche a por la mochila donde conectado a la WiFi me puse al corriente de las novedades en mis redes, quedaba mucho tiempo para la noche y que el barco llegara.
Me fui andando al muelle de Gracia pero en el camino me perdí, creo que no comprobé bien el camino correcto y me lanzaba a la aventura. Pasaba un carro, le propuse que me llevara, me dijo que tendría que esperar porque acababa de pinchar la rueda y tenia que dejarla en el mecánico. En el camino se paro con un amigo para hacer un negocio a medias, consistía en comprar animales y descuartizarlos para vender carne  una vez por semana de madrugada al comienzo del pueblo. Cuando llegábamos al muelle mi sorpresa fue que la chica que vendía las empanadillas estaba allí esperandome, yo tan ingenuo en un principio pensando en serio que me había traído la comida pero la cosa iba mas allá. Entre en una sala de espera de pasajeros donde había una pareja de Malta, muy agradables, él era profesor en la universidad, me entregó su tarjeta, también había vivido en Almería en Roquetas de Mar. La joven vendedora entro a la sala, enseguidas me pregunto si estaba casado y si tenía hijos, me hizo de su vida un drama, la pareja en seguidas sabia de sus intenciones. Cada vez se acercaba a mi, me sentia incómodo, se aproximaba físicamente y con su batallón de preguntas sin respuesta. Me decía una y otra vez que iba a traerme la comida pero nunca la trajo, mentiras y mas mentiras, incluso me decía si quería dar una vuelta creyendo la lista que iba a dejar mi equipaje a su lado. Le dije que me estaba molestando que por favor se fuera que hasta ahora tenia un buen sabor de su país y no quería que ella estropeara este viaje que estaba siendo lindo para mi. Se marcho, me quede tranquilo, pienso que quería robarme, ella también sera una víctima de su entorno, de su ritmo de vida, pero quería alejar de mi la mentira, al ladrón y la mala energía.
Una vez en el muelle, me tumbe en el suelo para contemplar la luna, se veía perfectamente el volcán Concepción, una estampa maravillosa y romántica. Llegó el ferry, a las diez de la noche comenzamos a navegar por el lago Nicaragua, desde mi perezosa pude contemplar las estrellas, una fugaz, abrigado frente a un aparente mar me fui entregando al sueño y llegar a San Carlos en paz.

Hacienda Mérida

Me desperté varias veces de madrugada bajo la mosquitera, recibía un aire fresco, parecía increíble pero comenzaba a darme frío. Obligue a mis ojos a seguir cerrados porque todavía era demasiado temprano. Continúe en la cama insinuando que estaba durmiendo. Al rato me levante, toque la ropa que estaba tendida dentro de la habitación pero todavía le faltaba por secarse. Me tumbe en la enorme hamaca que  estaba delante de la puerta para leer un poco antes del desayuno. En esa hora con la primera luz con un libro en las manos es una buena sensación para seguir surfeando el día. Aunque me despertara temprano el día iba a ser tranquilo y relajado. Tome un café, fruta y dos pancake con miel, tenia que ser rápido porque las abejas venían en seguidas. Fui a caballito de mar para hacer un tour en kayac. Le di a la pala por un par de horas, tomando el sol por toda mi piel, con vistas al volcán Concepción. La ruta no estuvo mal pero el río que íbamos a visitar no tenía agua, la gente no paraba de decir que apenas había llovido este año, e incluso que el plátano apenas sacaría su flor para entregarnos ese platanito tan rico de Ometepe. El paseo fue una decepción, era lo que tocaba, no siempre los paseos son tan maravillosos, pero ya vendrán las inundaciones y entonces nos lamentaremos por las desgracias ajenas.
Mi guía era un estudiante de turismo en su tercer año de carrera. Fue muy amable explicando cada planta, cada palo como llaman aqui a los arboles, con su historia y para que se utilizan.
Rente una bici para hacer un recorrido por la isla, aunque el sol apretaba sobre mi cabeza y las piedras del camino se ponían pesadas, seguí adelante recorriendo cada camino, senderos por donde caminaban vacas, cerdos, pollitos con su mama, algún perro sin collar sin dueño. Visite algunos petroglifos con dibujos, formas femeninas, animales y diferentes trazos geométricos como líneas de cuerdas grabadas para la eternidad sobre la anciana y volcánica piedra.
De regreso a la Hacienda pude compartir una velada preciosa tomando unas cervezas con Valerie y Justine, hablamos en francés todo el rato, de nuestras vidas y nuestros sueños.

Caballito de mar

Se detiene el tiempo, mirando el lago con una Toña en mi mano. Suena la musica del cine clásico americano, un perro se acerca, unas botellas caen al suelo, rompiéndose alguna sobre el cemento apagado. Se respira un buen aire, cálido, sabroso, armonía, paz, sosiego, tranquilidad, felicidad que en muchos momentos en este viaje obtengo. La vida me esta regalando postales que nunca podre enviar, postales para el alma, sin sello, sin dirección, sin destino. Capto la buena energía del lugar, el dueño es Fernando, de Barcelona, con buena onda, lleva unos cuantos años aquí, me pasa información del río san Juan que sera mi proxima parada. Pasa una mujer con tres pescados frescos en una palangana de plástico rosa. Fernando le pide que le cocine uno de esos y me animo, apenas me cobra dos euros por un gran plato de comida y un refresco. Son muchos los momentos en los que me dejo llevar por la intuición, la improvisación y al final resulta ser una buena elección. Ahora suena la musica de Michael Bolton, la escuchaba sobre todo cuando estudiaba en la universidad. Los momentos como el de ahora, te hace viajar ligero, mas suelto, no puedo pedir nada mas. La calma llega a tu corazón y con unos grados de alcohol te vuelves mas vulnerable, frágil, sensible, receptivo a todo lo que vuela a tu alrededor.

domingo, 10 de agosto de 2014

San Juan de Nicaragua o GREYTOWN.

Como de costumbre me levante temprano, fui al muelle a esperar la panga rápida para ir a San Juan de Nicaragua, ya en el caribe. Nuevamente toca esperar, mientras espero observo todo lo que hay alrededor.  Hay un abuelo dando  hachazos a unos troncos junto al muelle. Cuando llevaba un buen rato que el sudor corría por toda su espina dorsal, se acerco ligeramente un joven descamisado con un bonito torso aunque ya anunciaba una barriga que pareciera haber comido sin parar en hoteles de luna de miel. Rápidamente deshizo el tronco en mil astillas que volaban cerca de nuestras cabezas, hasta el río. El muchacho se fue para luego sentarse sobre el inacabado muro de cemento frente a su casa. El abuelo continuaba lento pero a su ritmo, sus hachazos contenían sabiduría, daba uno solo golpe pero era acertado, era exacto y profundo. Luego llegó un niño que debía de tener once años, al principio no controlaba el peso de su larga y pesada hacha, no apuntaba bien en la zona de la corteza, dibujaba lineas en el centro que no llegaban a acariciar la madera, iba recorriendo el muelle de un sitio para otro, no podía controlar, al final su tozudez logró que avanzara en ir astillando poco a poco, pero cuando llegó al corazón del tronco, ya estaba empapado, no tenia ni la fuerza ni la resistencia para continuar, se marchó con su poquita leña entre sus brazos como el trofeo de su gran esfuerzo, mientras el abuelito continuaba, terminó con los troncos que tenia preparados para hoy, barrió todo su alrededor sin dejar ni un palillo. Construyó dos pilares con el montón de leña.
Una vez en la panga pude disfrutar del cambio de vegetación con palmeras ya próximo al mar, el bote no iba tan lleno como otras veces, hizo una parada para ir al baño, todavía nos quedaría un par de horas. Antes de llegar a un nuevo lugar, nos lo imaginamos diferente a lo que luego encontramos, me sorprende por un lado porque idealizo los lugares y luego son diferentes a como son, pero la realidad también nos descubre lugares y espacios que nunca habíamos pensado, ni visto. Sobre todo cuando hablas con la gente del lugar, todo es mas cercano, en este caso con Fish, un indio Rama, que me agarró apenas comenzaba a descubrir el pueblo de San Juan de Nicaragua. Fue rápido para seducirme, atraparme, me gustaba su sonrisa eterna y perpetua, me dijo que era guía legal, no dudaba de su palabra. Me acompañó sigilosamente por el pueblo, yo tenia hambre, le dije que me acompañara al Lolito's, un local familiar de comidas. Esperó a que terminara para explicarme los tours y precios. Me dijo que a las 6:30 se pasaría por las cabañas de Edgar, donde me alojaba. Al mismo tiempo que yo entraba al pueblo, a lo lejos con su piel blanca y su rubia cabellera,  había otra turista, era Sara, danesa, que  junto a mi eramos los unicos turistas. Asi que mi guia y yo  tendriamos que contar con ella para que las excursiones nos salieran a un buen precio.
Fish llamó a mi puerta, ya era de noche, detrás de mi sombra cerré rápidamente para que no entrara ningún mosquito en la habitación. Se sentó en el suelo para hablarme de los tour, le dije que el precio era elevado, que todavía me quedaban lugares por visitar. Al final decidí una excursión, me preguntó si había venido Sara para hablar conmigo, le dije que no, mas tarde ella llegaría hasta mi puerta. Le dije que había entregado 60$ por una excursión, que había sido confiado, nunca habia pagado por adelantado, pero era mucha la gente que lo conocia mientras paseabamos por el pueblo, eso me tranquilizaba, que si quería unirse viniera al muelle a las 8 de la mañana, después de pasar un rato agradable con ella, me fui a la cama.

Un hombre de Corn Island.



sábado, 9 de agosto de 2014

Por el rio San Juan.

Ya estoy navegando en pleno río San Juan, en la orilla hay mucha gente pescando, aparecen apartados casi en la sombra del río, por su pose creo que se van a pasar todo el día con el hilo entre sus manos, curtidas, amarradas, subidos en su canoa de madera y esperando el primer pez, o ninguno, paciencia, tiempo, disfrutar del momento mientras nos miramos unos a otros, observando como pasamos en ese preciso instante de calma que con la ola producida por la panga rápida donde voy rompe la tranquilidad de los angeles del camino acuático. El agua aparece marrón pero no es así todo el tiempo, ahora las lluvias arrastran todo el barro, no dejan que disfrutemos de sus transparencias. Llegar hasta este rincón de centroamerica es asombroso, toneladas de naturaleza salvaje y tener grandes dosis de calma para esperar un bote y otra barca para llegar a otro destino, sigue la corriente, siguen pasando las horas eternas, llenas de agua, de verde. En estos largos trayectos miro el paisaje, el reflejo, una garza, una tortuga toma el sol encima de un palo, los monos congo se escuchan a lo lejos. Puedo seguir mi lectura, hacer algún dibujo, jugar con una niña pequeña que viaja en los brazos de su mama todo el trayecto.
Llegamos a El Castillo, un pueblito de casas de madera con vivos colores, todo esta limpio, no hay motores solo los de la barca, aquí te mueves a pie o en bicicleta. Busco el Hotel Victoria, me paseo por el pueblo, es agradable, todo el mundo te saluda. Subo al castillo, una fortaleza clave en la época colonial de los ataques de los enemigos extranjeros. Me asalta un chico joven para ofrecerme diferentes tour, no estoy convencido en un principio, al final termino contratando un paseo por el río La Juana. Voy junto a Almudena y Marcos, una pareja de Madrid y Galicia, compartimos la belleza y sobre todo el silencio del paseo que solamente se rompe con la pala al  chocar con el agua mientras avanzamos a un lugar cada vez mas salvaje.
De regreso al Hotel, me detuve en una ceremonia de la iglesia católica donde estaban ordenando a un sacerdote, se casaba con Dios. Estuve mirando unos minutos, escuchando la musica, llegue justo en el momento de darse la paz, debajo de enormes parasoles de colores me fueron dando la paz al mismo tiempo que el sudor corría por la frente y todas las espaldas de los que estábamos allí.
Después de quitarme el barro, mientras me duchaba, también lavaba la ropa, agarrando las costumbres del país. 



viernes, 8 de agosto de 2014

En el muelle de Gracia.

Antes de mi marcha de la Hacienda de Mérida donde me alojaba,  pude compartir mon petit dejeuné con Valerie y Justine. Después de esperar una hora, llego mi desayuno, no si antes avisar a la recepción que llevaba tiempo esperando y tenia que irme pronto. Apenas pude hacer las mochilas porque el carro salia en diez minutos para dejarme en el cruce del Quino. El conductor y dueño del hotel era todo un personaje con su uniforme de explorador de la época colonial. La gente de aquí me decía que pertenecía  a Somoza, familia que  tuvo mucho poder, grandes fortunas, derrotada en la revolución sandinista. Me parecía un tipo ridículo, daba grandes zancadas  como un militar, tenia su negocio muy organizado, con mucha propaganda desde USA, con una fuerte e importante publicidad en los mapas de la isla de Ometepe que te repartian en el muelle de San Jorge dos jóvenes formados en inglés en Estados Unidos. Montamos las mochilas en la parte alta del súper jeep, en una especie de estructura metálica donde luego iríamos dentro de pie como monos araña enjaulados. Me dejaron en la parada, un chico se ofreció a ayudarme. 
Con el sol en todo el corazón del día, me puse a caminar, en cuarenta y cinco minutos llegaba al pueblo de Altagracia. Entre en el Hotel Central, reconocía su fachada porque era uno de los candidatos cuando estaba preparando el viaje, así muchos son los hoteles que antes de conocerlos en directo ya los había visto en booking, es curioso pero al mirarlo resultaba familiar. Le dije al señor si podía guardarme la mochila grande por unas cuantas horas que me cobrara por el servicio pero el me dijo que nada, así que para agradecérselo me tome un refresco. Visite el museo donde mostraban algunos petroglifos, maquetas, dibujos y cuadros de la isla con sus dos volcanes, el Maderas y el Concepción.
Me senté en el parque central alrededor de una mesa de piedra y adornos con azulejos azules con los asientos  formando tramos de  arcos rodeando el círculo. Había dos abuelitas hablando de religión, con la mirada complice de una de ellas fui entrando en la conversación, comencé a dar mi opinión respecto a la fe. La mujer que mas hablaba no paraba de mencionar a Jesús cuarenta veces por minuto. Contaba que un día un hombre estaba haciendo un pozo y que nunca sacaba agua hasta que menciono  su nombre, al día siguiente había agua en el pozo después de mencionar a Jesús. También me decía que las hojas que se movían sobre nuestras cabezas también las movía Jesús. Su nombre esta escrito en todos los lados, dentro y fuera de los carros, en carteles grandes en las entradas de algunos pueblos, en muros, incluso hay una emisora que se llama la voz de Jesucristo. Al poco llego una chica joven muy guapa vendiendo enchiladas, le compre una que estaba muy rica, con carne, arroz y vegetales. Ella se incorporó al grupo estuvo un rato hablando aunque parecía muy tímida, sabia que haría yo mas tarde, alomejor traería comida para que almorzara pero no me comprometia. Cansado de estar en el parque me marche a por la mochila donde conectado a la WiFi me puse al corriente de las novedades en mis redes, quedaba mucho tiempo para la noche y que el barco llegara.
Me fui andando al muelle de Gracia pero en el camino me perdí, creo que no comprobé bien el camino correcto y me lanzaba a la aventura. Pasaba un carro, le propuse que me llevara, me dijo que tendría que esperar porque acababa de pinchar la rueda y tenia que dejarla en el mecánico. En el camino se paro con un amigo para hacer un negocio a medias, consistía en comprar animales y descuartizarlos para vender carne  una vez por semana de madrugada al comienzo del pueblo. Cuando llegábamos al muelle mi sorpresa fue que la chica que vendía las empanadillas estaba allí esperandome, yo tan ingenuo en un principio pensando en serio que me había traído la comida pero la cosa iba mas allá. Entre en una sala de espera de pasajeros donde había una pareja de Malta, muy agradables, él era profesor en la universidad, me entregó su tarjeta, también había vivido en Almería en Roquetas de Mar. La joven vendedora entro a la sala, enseguidas me pregunto si estaba casado y si tenía hijos, me hizo de su vida un drama, la pareja en seguidas sabia de sus intenciones. Cada vez se acercaba a mi, me sentia incómodo, se aproximaba físicamente y con su batallón de preguntas sin respuesta. Me decía una y otra vez que iba a traerme la comida pero nunca la trajo, mentiras y mas mentiras, incluso me decía si quería dar una vuelta creyendo la lista que iba a dejar mi equipaje a su lado. Le dije que me estaba molestando que por favor se fuera que hasta ahora tenia un buen sabor de su país y no quería que ella estropeara este viaje que estaba siendo lindo para mi. Se marcho, me quede tranquilo, pienso que quería robarme, ella también sera una víctima de su entorno, de su ritmo de vida, pero quería alejar de mi la mentira, al ladrón y la mala energía.
Una vez en el muelle, me tumbe en el suelo para contemplar la luna, se veía perfectamente el volcán Concepción, una estampa maravillosa y romántica. Llegó el ferry, a las diez de la noche comenzamos a navegar por el lago Nicaragua, desde mi perezosa pude contemplar las estrellas, una fugaz, abrigado frente a un aparente mar me fui entregando al sueño y llegar a San Carlos en paz.

jueves, 7 de agosto de 2014

Hacienda Mérida

Me desperté varias veces de madrugada bajo la mosquitera, recibía un aire fresco, parecía increíble pero comenzaba a darme frío. Obligue a mis ojos a seguir cerrados porque todavía era demasiado temprano. Continúe en la cama insinuando que estaba durmiendo. Al rato me levante, toque la ropa que estaba tendida dentro de la habitación pero todavía le faltaba por secarse. Me tumbe en la enorme hamaca que  estaba delante de la puerta para leer un poco antes del desayuno. En esa hora con la primera luz con un libro en las manos es una buena sensación para seguir surfeando el día. Aunque me despertara temprano el día iba a ser tranquilo y relajado. Tome un café, fruta y dos pancake con miel, tenia que ser rápido porque las abejas venían en seguidas. Fui a caballito de mar para hacer un tour en kayac. Le di a la pala por un par de horas, tomando el sol por toda mi piel, con vistas al volcán Concepción. La ruta no estuvo mal pero el río que íbamos a visitar no tenía agua, la gente no paraba de decir que apenas había llovido este año, e incluso que el plátano apenas sacaría su flor para entregarnos ese platanito tan rico de Ometepe. El paseo fue una decepción, era lo que tocaba, no siempre los paseos son tan maravillosos, pero ya vendrán las inundaciones y entonces nos lamentaremos por las desgracias ajenas.
Mi guía era un estudiante de turismo en su tercer año de carrera. Fue muy amable explicando cada planta, cada palo como llaman aqui a los arboles, con su historia y para que se utilizan.
Rente una bici para hacer un recorrido por la isla, aunque el sol apretaba sobre mi cabeza y las piedras del camino se ponían pesadas, seguí adelante recorriendo cada camino, senderos por donde caminaban vacas, cerdos, pollitos con su mama, algún perro sin collar sin dueño. Visite algunos petroglifos con dibujos, formas femeninas, animales y diferentes trazos geométricos como líneas de cuerdas grabadas para la eternidad sobre la anciana y volcánica piedra.
De regreso a la Hacienda pude compartir una velada preciosa tomando unas cervezas con Valerie y Justine, hablamos en francés todo el rato, de nuestras vidas y nuestros sueños.

Caballito de mar

Se detiene el tiempo, mirando el lago con una Toña en mi mano. Suena la musica del cine clásico americano, un perro se acerca, unas botellas caen al suelo, rompiéndose alguna sobre el cemento apagado. Se respira un buen aire, cálido, sabroso, armonía, paz, sosiego, tranquilidad, felicidad que en muchos momentos en este viaje obtengo. La vida me esta regalando postales que nunca podre enviar, postales para el alma, sin sello, sin dirección, sin destino. Capto la buena energía del lugar, el dueño es Fernando, de Barcelona, con buena onda, lleva unos cuantos años aquí, me pasa información del río san Juan que sera mi proxima parada. Pasa una mujer con tres pescados frescos en una palangana de plástico rosa. Fernando le pide que le cocine uno de esos y me animo, apenas me cobra dos euros por un gran plato de comida y un refresco. Son muchos los momentos en los que me dejo llevar por la intuición, la improvisación y al final resulta ser una buena elección. Ahora suena la musica de Michael Bolton, la escuchaba sobre todo cuando estudiaba en la universidad. Los momentos como el de ahora, te hace viajar ligero, mas suelto, no puedo pedir nada mas. La calma llega a tu corazón y con unos grados de alcohol te vuelves mas vulnerable, frágil, sensible, receptivo a todo lo que vuela a tu alrededor.