En el muelle perdido de Mérida.

Estoy sentado con los pies descalzos en el muelle de Hacienda Mérida, donde me alojo. Acabo de contemplar la puesta de sol a través del horizonte del lago. A mi lado unos jóvenes americanos comparten unas cuantas Toñas y mas tarde spray contra mosquitos. A las diez de la mañana comencé una caminata a la cascada San Ramón. Al principio era una ruta tranquila junto al lago, pasaba por las casas de la gente del campo que lavaban la ropa al mismo tiempo que se bañaban, parte de sus vidas esta en el agua. Veía las puertas de las casas abiertas de par en par, los cerdos caminaban por el patio de la escuela comiendo mangos y otras basuras. Gente en su hamaca durmiendo, descansando, otros con el móvil en las manos esperando cualquier respuesta de uno de sus amigos. Llegue a la entrada de la subida de la cascada, pague tres dolares y comencé una ruta que iría ampliando su inclinación, al principio recorría grandes caminos con arbolado y luego iba estrechándose hasta llegar a un hilo de tierra entre la gran masa de múltiples verdes. Cantaban los pájaros, las mariposas negra y roja siempre me acompañaba en el camino y algún mono cantaba.
 Después del esfuerzo, de las gotas de sudor corriendo por todo mi cuerpo, llegue a la cascada que se alzaba mas allá de cuarenta metros. Pareciera como si una gran refresco explotara a mi llegada y se abriera brindandome con todas sus burbujas. Una chica me hizo la primera foto del viaje. Disfrute del lugar reponiendo fuerzas con unas galletas que había guardado en el vuelo de Panamá. Sabia que las necesitaría en momentos como estos que la glucosa esta por los suelos. Bebia bastante agua y chupe cada migaja sobre la parte plateada del envoltorio. Baje suavemente disfrutando cada recorrido, cada sombra, no quería perder los detalles de las formas y del dibujo de las hojas, sus tonos, la luz sobre ellas.
Antes de llegar a mi hotel, pare en Caballito de Mar, un lugar que me había recomendado el taxista que me trajo. Pedí un pollo a la brasa, buenisimo, chupe cada rincón de esa pobre ave. Mientras tanto a mi derecha había un perro esperando con los ojos desorbitados y la lengua fuera, a que le enviara un boomerang en forma de alita de pollo. Estuve hablando con uno de los trabajadores o guías del lugar, sobre las excursiones que podría hacer a la mañana siguiente. Ya se me va la luz, llega la noche en este hermoso muelle desconocido, perdido, pero con mucho encanto. Mis pies desaparecen en la oscuridad del lago, apenas veo ya lo que escribí, creo que va siendo hora de cerrar este cuaderno, buenas noches.

Ometepe, algo mas que una isla y dos volcanes.

Escribo desde la isla de Ometepe, dentro del lago Nicaragua. Ha sido un dia lleno de coger diferentes transportes. Comenzaba a las 8 de la mañana saliendo de Granada en un bus camino de Rivas. Cuando llevaba un rato, me di cuenta que era el mismo de ayer, a veces, cuando estamos de viaje y con cambio de horario te quedas off, despistado, no caes en algunos detalles, me daba cuenta, que tonto, que eran los mismos chofer de ayer. Uno de ellos conducía, vi su rostro familiar en el enorme espejo rectangular del retrovisor  lo rodeaba una infinidad de estampas religiosas y el nombre de Jesús por todos los lados, dentro y fuera del bus, en las casas, en la ropa, en los manteles y en la radio. Pienso que si el régimen de los Castro nos comía la cabeza con los carteles revolucionarios contra el capitalismo, creo que estos letreros de hermosas letras y frases bien hechas, a veces, endulzan demasiado a los creyentes que no aprecian ningun horizonte diferente y los ciega con un solo volcán.
En este viaje volvían a subir y bajar vendedores como los de ayer, pero esta vez caí en la tentación. Estaba el bus parado, mi ventana daba justo a una cocina que se resume en un puñado de leña, una plancha de metal y un par de tortitas cocinando  a fuego lento, la señora en seguidas le daba la vuelta a las caras doradas, lo hacia como algo mas de lo cotidiano en sus tareas, encima de ella un gran rotulo marcaba el nombre de un taller. Cuando luego mire al interior del bus, ya había una chica morena, joven, con un gran recipiente metálico lleno de tortitas, que luego repartía junto a una bolita de queso metiendo todo en bolsitas de plástico tan transparente y fino como la piel. Cuando llego a mi lado, le compre dos tortitas que fueron el sustento de la sesión maratoniana de buses. Llegue a Rivas después de dos horas, al bajar todo el mundo te ofrecía su carro para llevarte al paraíso que tu quisieras, siempre pensé en elegir al chofer mas tranquilo y así fue. Con 10 córdobas me llevo hasta el muelle de San Jorge donde en apenas diez minutos saldríamos rumbo a Ometepe. El ferry esta lleno de turistas nacionales y extranjeros, disfrutamos de una bella mañana soleada pero con un fuerte viento que hacia agitar la embarcación y mi pelo. Sobre el lago se dibujaban dos enormes pirámides que pertenecían al volcán Concepción y Maderas.

Subida al volcán Mombacho

Desayune muy temprano, deje unos minutos para no ser tan puntual en la apertura del buffet, pensaba que era el primero pero ya había un señor que apenas me devolvía el saludo. Plato de fruta, gallo pinto y café con leche. Cogí la mochila pequeña, baje por Consulado a toda prisa entre calles de fachadas de colores. Antes que llegara a la estación, un hombre bien hermoso con un polo blanco gritaba ¡MOMBACHO, el blanco! Tenia que subir en el blanco, los otros dos eran amarillos con otros destinos. Estaba casi al completo, me senté al lado de otro joven hermoso que apoyaba una Biblia sobre su rodilla derecha. Al otro lado, a mi izquierda un señor, mostraba a un niño frondoso, las cabezas de dos patos que asomaban desde un saco de rafia carmín. El niño era discreto, no se acercaba demasiado pero con apenas unos sonidos le pedía que se los enseñara una y otra vez. El bus se fue llenando hasta en el pasillo. A parte de pasajeros, subió una mujer con un canasto en la cabeza vendiendo comida, antes de bajarse alguien le reclamó un par de bolsitas. Luego subió otro señor que vendía pastillas para problemas digestivos relacionados con la solitaria y otros parásitos. También ofrecía una crema para los dolores musculares y otros síntomas. La gente compraba y se interesaba por todo. Estos pasajeros sin viaje parecían salidos de una atracción circense, porque tal era su voz, su figura, su carisma que captaba la atención de toda la gente como si fuera el capitulo final de una telenovela. Cuando íbamos rumbo a la carretera principal, un señor iba por los asientos recogiendo el dinero según la distancia o el destino. Pague mis 8 córdobas y ya me avisaría cual era mi parada. Allí estaba esperando la moto taxi para apenas subir kilometro y medio, pero bueno hay que contribuir a que esta gente siga adelante. Me dejo en la recepción del Parque Natural del Volcán Mombache, después de pagar 16 $ para visitar la reserva natural, subimos a un enorme camión cargado de turistas y algunos guías que iban con su uniforme de pantalón marrón y polo blanco. Hice la ruta del cráter solo, sin guía, porque parecia muy sencillo el recorrido. Entraba en una masa enorme de vegetación, en un bosque lluvioso, me encantaba ese frescor que te abría los pulmones como dos alas de mariposa, la fina lluvia apenas te mojaba y la niebla no dejaba ver el paisaje,ni Granada, ni las isletas, ni el lago, ni el crater, solamente las fumerolas. Cuando termine mi circuito quise bajar andando hasta abajo pero me resbale por la lluvia sobre los adoquines, mi móvil se lleno de barro y en apenas un segundo estaba en el suelo como una hoja mas. Así que espere al camión que rápido bajo.

Las isletas del Lago Cocibolca. Granada. Nicaragua.

Esta mañana no sabia a donde viajaria, tenia escrito un lugar pero no sabia si podria hacerlo. Estuve en una primera agencia TIERRATOURS pero no me ofrecían la ruta deseada, así que me fui a la competencia LEOTOURSCOMUNITARIOS. Allí había una salida en menos de una hora hacia las isletas, este seria mi destino. No lo pensé demasiado y el plan me gustaba, espere a que llegaran dos personas más, eran Valery y Justin, una pareja de Quebec. Comenzamos la ruta en bici con nuestro guía nica Gino, era muy agradable aunque se notaba el desgaste de hacer, hablar y repetir las mismas excursiones todas las semanas, pero fue muy simpático, nos alargo la estancia e hizo que nos sintieramos cómodos en todo momento. ``Lo que te da la tierra echalo a la tierra`` una frase que me gustó.  Llegamos a un embarcadero donde nos esperaba un bote para pasear por el lago en la parte mas calmada donde se encontraban las islas, aunque sea un lago hay olas impresionantes en el resto. Navegamos a veces parando el motor, sintiendo la naturaleza, la calma, las formas de las aves reflejadas entre infinidad de nenufares y otras plantas acuáticas. Observamos cada pájaro, cada flor o monos en sus ramas descansando. Llegamos a nuestra primera isla donde nos ofrecieron un plato rico en variedad de fruta, sobre todo, el rico platanito dulce típico del país. Tomamos también agua de coco con un chorrito de ron de caña, algo ligera fue mi copa para no caer en los brazos del sueño anticipado. Hablaba en francés con mis compañeros de viaje, en español con el guía y Eduardo un niño que nos ofrecía caramelos, mangos pequeños muy sabrosos y toda la clase de bellezas en flor. Visitamos otra isla donde habia una fortaleza de defensa con sus cañones largos y oscuros aplomados contra el suelo, cansados de combatir contra tanto pirata. Un pequeño y obligado descanso porque no funcionaba el arranque del motor de nuestra lancha. No nos importaba porque estabamos en un paraiso, donde no habia reloj, ni espera, solamente la luz de las miradas, de los que aman y respiran. Volvimos a coger las bicicletas de regreso a la calzada.

Granada. Nicaragua.

Ya amaneció, llevaba mas de catorce horas en la cama, se unieron la hora de la siesta con la hora del sueño, el cambio horario y el cansancio acumulado por los vuelos. Ahora soy un hombre nuevo, a las primeras luces de la mañana le siguió el canto de un pájaro que aun desconozco, en este momento sigue amenizando la mañana. Me di una ducha, lave la ropa del día anterior, cuando vuelvo a la habitación una lagartija recorre las sabanas blancas, en  un principio quería rechazar al invitado pero no hace daño no molesta soy yo quien esta en mitad de esta jungla coronada por un cocotero sobre mi cabeza. Queda poco para desayunar, los empleados del hotel pasan por el jardín delante de mi ventana para montar el escenario necesario para alimentarse. Ayer fui mi primera visita a la ciudad. Caminaba por calles con fachadas pintadas de color pistacho, violeta, amarillo limón, azul claro. Bajo un sol que te regalaba una cascada de  sudor, como si te cubriera de  terciopelo, es un calor al que me acostumbro y llevo ese traje de la mejor manera. Hoy esta por descubrir, dejare que el día se vaya haciendo despacio, sin prisa, disfrutando y observando todo lo nuevo de este horizonte salvaje, natural y humano.

jueves, 31 de julio de 2014

En el muelle perdido de Mérida.

Estoy sentado con los pies descalzos en el muelle de Hacienda Mérida, donde me alojo. Acabo de contemplar la puesta de sol a través del horizonte del lago. A mi lado unos jóvenes americanos comparten unas cuantas Toñas y mas tarde spray contra mosquitos. A las diez de la mañana comencé una caminata a la cascada San Ramón. Al principio era una ruta tranquila junto al lago, pasaba por las casas de la gente del campo que lavaban la ropa al mismo tiempo que se bañaban, parte de sus vidas esta en el agua. Veía las puertas de las casas abiertas de par en par, los cerdos caminaban por el patio de la escuela comiendo mangos y otras basuras. Gente en su hamaca durmiendo, descansando, otros con el móvil en las manos esperando cualquier respuesta de uno de sus amigos. Llegue a la entrada de la subida de la cascada, pague tres dolares y comencé una ruta que iría ampliando su inclinación, al principio recorría grandes caminos con arbolado y luego iba estrechándose hasta llegar a un hilo de tierra entre la gran masa de múltiples verdes. Cantaban los pájaros, las mariposas negra y roja siempre me acompañaba en el camino y algún mono cantaba.
 Después del esfuerzo, de las gotas de sudor corriendo por todo mi cuerpo, llegue a la cascada que se alzaba mas allá de cuarenta metros. Pareciera como si una gran refresco explotara a mi llegada y se abriera brindandome con todas sus burbujas. Una chica me hizo la primera foto del viaje. Disfrute del lugar reponiendo fuerzas con unas galletas que había guardado en el vuelo de Panamá. Sabia que las necesitaría en momentos como estos que la glucosa esta por los suelos. Bebia bastante agua y chupe cada migaja sobre la parte plateada del envoltorio. Baje suavemente disfrutando cada recorrido, cada sombra, no quería perder los detalles de las formas y del dibujo de las hojas, sus tonos, la luz sobre ellas.
Antes de llegar a mi hotel, pare en Caballito de Mar, un lugar que me había recomendado el taxista que me trajo. Pedí un pollo a la brasa, buenisimo, chupe cada rincón de esa pobre ave. Mientras tanto a mi derecha había un perro esperando con los ojos desorbitados y la lengua fuera, a que le enviara un boomerang en forma de alita de pollo. Estuve hablando con uno de los trabajadores o guías del lugar, sobre las excursiones que podría hacer a la mañana siguiente. Ya se me va la luz, llega la noche en este hermoso muelle desconocido, perdido, pero con mucho encanto. Mis pies desaparecen en la oscuridad del lago, apenas veo ya lo que escribí, creo que va siendo hora de cerrar este cuaderno, buenas noches.

lunes, 28 de julio de 2014

Ometepe, algo mas que una isla y dos volcanes.

Escribo desde la isla de Ometepe, dentro del lago Nicaragua. Ha sido un dia lleno de coger diferentes transportes. Comenzaba a las 8 de la mañana saliendo de Granada en un bus camino de Rivas. Cuando llevaba un rato, me di cuenta que era el mismo de ayer, a veces, cuando estamos de viaje y con cambio de horario te quedas off, despistado, no caes en algunos detalles, me daba cuenta, que tonto, que eran los mismos chofer de ayer. Uno de ellos conducía, vi su rostro familiar en el enorme espejo rectangular del retrovisor  lo rodeaba una infinidad de estampas religiosas y el nombre de Jesús por todos los lados, dentro y fuera del bus, en las casas, en la ropa, en los manteles y en la radio. Pienso que si el régimen de los Castro nos comía la cabeza con los carteles revolucionarios contra el capitalismo, creo que estos letreros de hermosas letras y frases bien hechas, a veces, endulzan demasiado a los creyentes que no aprecian ningun horizonte diferente y los ciega con un solo volcán.
En este viaje volvían a subir y bajar vendedores como los de ayer, pero esta vez caí en la tentación. Estaba el bus parado, mi ventana daba justo a una cocina que se resume en un puñado de leña, una plancha de metal y un par de tortitas cocinando  a fuego lento, la señora en seguidas le daba la vuelta a las caras doradas, lo hacia como algo mas de lo cotidiano en sus tareas, encima de ella un gran rotulo marcaba el nombre de un taller. Cuando luego mire al interior del bus, ya había una chica morena, joven, con un gran recipiente metálico lleno de tortitas, que luego repartía junto a una bolita de queso metiendo todo en bolsitas de plástico tan transparente y fino como la piel. Cuando llego a mi lado, le compre dos tortitas que fueron el sustento de la sesión maratoniana de buses. Llegue a Rivas después de dos horas, al bajar todo el mundo te ofrecía su carro para llevarte al paraíso que tu quisieras, siempre pensé en elegir al chofer mas tranquilo y así fue. Con 10 córdobas me llevo hasta el muelle de San Jorge donde en apenas diez minutos saldríamos rumbo a Ometepe. El ferry esta lleno de turistas nacionales y extranjeros, disfrutamos de una bella mañana soleada pero con un fuerte viento que hacia agitar la embarcación y mi pelo. Sobre el lago se dibujaban dos enormes pirámides que pertenecían al volcán Concepción y Maderas.

domingo, 27 de julio de 2014

Subida al volcán Mombacho

Desayune muy temprano, deje unos minutos para no ser tan puntual en la apertura del buffet, pensaba que era el primero pero ya había un señor que apenas me devolvía el saludo. Plato de fruta, gallo pinto y café con leche. Cogí la mochila pequeña, baje por Consulado a toda prisa entre calles de fachadas de colores. Antes que llegara a la estación, un hombre bien hermoso con un polo blanco gritaba ¡MOMBACHO, el blanco! Tenia que subir en el blanco, los otros dos eran amarillos con otros destinos. Estaba casi al completo, me senté al lado de otro joven hermoso que apoyaba una Biblia sobre su rodilla derecha. Al otro lado, a mi izquierda un señor, mostraba a un niño frondoso, las cabezas de dos patos que asomaban desde un saco de rafia carmín. El niño era discreto, no se acercaba demasiado pero con apenas unos sonidos le pedía que se los enseñara una y otra vez. El bus se fue llenando hasta en el pasillo. A parte de pasajeros, subió una mujer con un canasto en la cabeza vendiendo comida, antes de bajarse alguien le reclamó un par de bolsitas. Luego subió otro señor que vendía pastillas para problemas digestivos relacionados con la solitaria y otros parásitos. También ofrecía una crema para los dolores musculares y otros síntomas. La gente compraba y se interesaba por todo. Estos pasajeros sin viaje parecían salidos de una atracción circense, porque tal era su voz, su figura, su carisma que captaba la atención de toda la gente como si fuera el capitulo final de una telenovela. Cuando íbamos rumbo a la carretera principal, un señor iba por los asientos recogiendo el dinero según la distancia o el destino. Pague mis 8 córdobas y ya me avisaría cual era mi parada. Allí estaba esperando la moto taxi para apenas subir kilometro y medio, pero bueno hay que contribuir a que esta gente siga adelante. Me dejo en la recepción del Parque Natural del Volcán Mombache, después de pagar 16 $ para visitar la reserva natural, subimos a un enorme camión cargado de turistas y algunos guías que iban con su uniforme de pantalón marrón y polo blanco. Hice la ruta del cráter solo, sin guía, porque parecia muy sencillo el recorrido. Entraba en una masa enorme de vegetación, en un bosque lluvioso, me encantaba ese frescor que te abría los pulmones como dos alas de mariposa, la fina lluvia apenas te mojaba y la niebla no dejaba ver el paisaje,ni Granada, ni las isletas, ni el lago, ni el crater, solamente las fumerolas. Cuando termine mi circuito quise bajar andando hasta abajo pero me resbale por la lluvia sobre los adoquines, mi móvil se lleno de barro y en apenas un segundo estaba en el suelo como una hoja mas. Así que espere al camión que rápido bajo.

sábado, 26 de julio de 2014

Las isletas del Lago Cocibolca. Granada. Nicaragua.

Esta mañana no sabia a donde viajaria, tenia escrito un lugar pero no sabia si podria hacerlo. Estuve en una primera agencia TIERRATOURS pero no me ofrecían la ruta deseada, así que me fui a la competencia LEOTOURSCOMUNITARIOS. Allí había una salida en menos de una hora hacia las isletas, este seria mi destino. No lo pensé demasiado y el plan me gustaba, espere a que llegaran dos personas más, eran Valery y Justin, una pareja de Quebec. Comenzamos la ruta en bici con nuestro guía nica Gino, era muy agradable aunque se notaba el desgaste de hacer, hablar y repetir las mismas excursiones todas las semanas, pero fue muy simpático, nos alargo la estancia e hizo que nos sintieramos cómodos en todo momento. ``Lo que te da la tierra echalo a la tierra`` una frase que me gustó.  Llegamos a un embarcadero donde nos esperaba un bote para pasear por el lago en la parte mas calmada donde se encontraban las islas, aunque sea un lago hay olas impresionantes en el resto. Navegamos a veces parando el motor, sintiendo la naturaleza, la calma, las formas de las aves reflejadas entre infinidad de nenufares y otras plantas acuáticas. Observamos cada pájaro, cada flor o monos en sus ramas descansando. Llegamos a nuestra primera isla donde nos ofrecieron un plato rico en variedad de fruta, sobre todo, el rico platanito dulce típico del país. Tomamos también agua de coco con un chorrito de ron de caña, algo ligera fue mi copa para no caer en los brazos del sueño anticipado. Hablaba en francés con mis compañeros de viaje, en español con el guía y Eduardo un niño que nos ofrecía caramelos, mangos pequeños muy sabrosos y toda la clase de bellezas en flor. Visitamos otra isla donde habia una fortaleza de defensa con sus cañones largos y oscuros aplomados contra el suelo, cansados de combatir contra tanto pirata. Un pequeño y obligado descanso porque no funcionaba el arranque del motor de nuestra lancha. No nos importaba porque estabamos en un paraiso, donde no habia reloj, ni espera, solamente la luz de las miradas, de los que aman y respiran. Volvimos a coger las bicicletas de regreso a la calzada.

Granada. Nicaragua.

Ya amaneció, llevaba mas de catorce horas en la cama, se unieron la hora de la siesta con la hora del sueño, el cambio horario y el cansancio acumulado por los vuelos. Ahora soy un hombre nuevo, a las primeras luces de la mañana le siguió el canto de un pájaro que aun desconozco, en este momento sigue amenizando la mañana. Me di una ducha, lave la ropa del día anterior, cuando vuelvo a la habitación una lagartija recorre las sabanas blancas, en  un principio quería rechazar al invitado pero no hace daño no molesta soy yo quien esta en mitad de esta jungla coronada por un cocotero sobre mi cabeza. Queda poco para desayunar, los empleados del hotel pasan por el jardín delante de mi ventana para montar el escenario necesario para alimentarse. Ayer fui mi primera visita a la ciudad. Caminaba por calles con fachadas pintadas de color pistacho, violeta, amarillo limón, azul claro. Bajo un sol que te regalaba una cascada de  sudor, como si te cubriera de  terciopelo, es un calor al que me acostumbro y llevo ese traje de la mejor manera. Hoy esta por descubrir, dejare que el día se vaya haciendo despacio, sin prisa, disfrutando y observando todo lo nuevo de este horizonte salvaje, natural y humano.